lunes, 13 de diciembre de 2010

El añejo lobo y la joven.


Los mensajes de papel arden en incienso, desprendiendo el aliento de alguna hoja caduca. Enfurece su tallo maldiciendo el tiempo: el paso de los meses y el frío. No amainará el terrible roce del suelo y el ensordecedor sonido de plegarias, de las almas que ahora vagan solas, en este paraje, donde abunda lo invisible. Va la niebla, el vaho de lo vivido, de lo inhalado... lo que un día fue nuestro, cobijado en pulmones recibiendo el calor propio de la hierba de un rey.

El miedo a caer y ser arrasado por la lava.


Crujen con el pisar bípedo cadáveres que un día fueron fruto de la sabia, siguiendo los pasos de una bestia, cuyas patas abandonan tras ellas un rojizo río de gusto férreo. Escuchaba las plegarias de la joven, pero el añejo lobo, no se detuvo. Quiso no comprender el idioma y se limitó a fijar la mirada en la nada, convencido de que no amparaba razón en la terca estrechez de su cráneo.


-Si no desea oír mis oraciones, callaré... Sé, pues, que lo odiará. Podrá dar a entender que usted no padece la sentencia de mis labios... pero son tan suyos como míos.


Las palabras mencionadas resonaban con aparente ausencia y la sensación de que se negaban a refugiarse en la frialdad del animal. No pestañeó ni un segundo ni torció un instante sus ojos. Era una deidad en la región, respetado y temido, y como tal se comportaba


-No me engaña la falacia de su indiferencia ni de su autoridad. Sí, he temblado con su presencia más de una vez, pero sabe bien que no soy campesinado estúpido. Soy tan usted como usted mismo, en cambio no es ni una milésima de mí.


El añejo frunció el hocico, mas no hizo más nada que eso. Tan solo un gesto que agrietaba la distancia, demostrando que lograba descifrar su lenguaje.


-¿Está usted, señor, seguro que prefiere mi silencio? Si de aquí yo desaparezco, si mi voz se desvanece, ¿qué le quedará?. Cuando destruya la tierra que me vio aparecer, cuando mi sangre sea otro surco más que tan solo usted recordará, cuando la luna le dedique su ira bajo la mirada triste de las estrellas... solo su respiración reinará el aire, y presagio con seguridad que querrá que también esta desaparezca... Ahora, bien, ignórame pues...


Giró su orgulloso cuello con fiereza con el fin de asustar a su futura presa, pero tras él no se encontraba ni una milésima de vida. Observó el follaje carbonizado, el azufre levitando en la fría brisa, el estruendo del rojo postrado en el suelo... Sus cuencas se ensancharon a la vez que la muerte se cernía en el paisaje. Viró hacia delante su cabeza, cuando su asombro fue interrumpido por las palabras de la chica.


-No logrará alcanzarme, conozco con desmesura sus movimientos. Y, ahora, que avista su desastre, es hora de regresar a mí, pequeño. De volver a ser uno. Tan solo eres un cachorro que, asustado y endeble, busca el calor de la soledad. Te refugiaste ya una vez en mi cálido vientre, hijo mío. Volvamos a ser uno...

lunes, 9 de agosto de 2010

Recuerdo que olvido


Olvido que se me olvida con facilidad la capacidad de los demás para tanto sufrir como amar. Se me olvida, y acabo subjetiva y sola como cualquier vagabundo olvidado en la más fría calle, mirando a transeúntes recorrer rápidos el asfalto, tan veloces que son fugaces y difusos sobre el lienzo que parte desde la egocentricidad de mi ojos. Y bebiendo del vino más barato que encuentre, lamentándome en el reflejo de algún sucio charco, ni el llanto de los gatos se me antoja melancólico. Olvido que tengo hogar y en esta acera solo encontrada bajo mis pies alcanzo el sueño... y la muerte. No obstante, no soy común, pues no deseo ni soporto nunca limosna de nadie, ni aguanto la compañía de ningún perro acompañante. Huyo del fulgor de las farolas y resguardo el gesto de mi rostro en la más inexpresiva oscuridad. Olvido que soy gente, que no soy la única que encuentra pesar con las ocurrencias del tiempo y de la vida.

Y recuerdo, de vez en cuando, que entre el gentío no es mi pulso el único que resuena, que no es tan solo mi propio eco el que escucho. Vuelvo a mi hogar, pues recuerdo, y te encuentro. Olvidé que en mi partida te dejé olvidado. Olvidando que, mientras yo sufría la lluvia, tu te ahogabas con la misma tempestad. Que mi ignorancia alimenta mis temores y causa los tuyos. Recordando que más que triste vagabundo, soy acaudalada del capital de tu mirada y la fortuna de tu sonrisa. Que sientes como yo... y que a veces lo olvido.

miércoles, 28 de julio de 2010

El idioma de los lobos



Algún lobo murió no muy lejos de aquí e inexplicablemente volvió a nacer en el corazón de un ser humano. Aunque el idioma que transmitía su cerebro continuaba siendo el de los lobos, había logrado poseer un alma en su pecho, pues ahora se suponía que formaba parte del clan de las personas. Aquel fenómeno supuso grandes confrontaciones internas dentro del peculiar cuerpo. Ya que, al hablar dos idiomas totalmente diferentes, nunca lograban una relación amena entre ellos. Las miradas de odio que se dedicaban ardían en las entrañas, pues ahora también tenía entrañas.

Antes la sangre era hermana del agua, totalmente natural cuando debía descuartizar con la fuerza de sus mandíbulas y garras a algún pobre animal, ahora el color y olor de esta le provocaba repudio.

Estas no fueron la únicas transformaciones que sufrió el condenado híbrido. Su piel ya no estaba cubierta de pelo y el frío helaba como nunca. Sus dientes ya no eran afilados ni su mandíbula fuerte, por lo que una sensación de fragilidad se había cobijado dentro de él, sintiéndose un ser indefenso. Sus ágiles y rápidas patas habían sido sustituidas por dos torpes piernas, huir era demasiado difícil. Y vosotros, simples humanos, no podéis llegar a comprender el alivio que produce aguardar la posibilidad de la huida.

No obstante, hubo un cambio que se le antojaba a la anterior bestia agradable. Sobrevivir en su antigua hábitat era complicado, aunque gozaba de una inmensa libertad, pero un lobo solitario nunca sabe con quién compartirla. Ahora dormía en un confortable colchón, disfrutaba del calor que desprendía una chimenea y podía compartir su libertad humana. Amaba tener un hogar.

Pero todo, absolutamente todo, conlleva inconvenientes. Y es que en el fondo continuaba siendo un animal salvaje. Un animal salvaje que aún no conocía con profundidad el clan de las personas, por lo tanto temía y desconfiaba de ellas. Al no ser como los demás, no ser totalmente puro, resultaba muy fácil ser descubierto y expulsado. Pues quién quiere a alguien que permanece en una especie de limbo, en un desequilibrio continuo entre el lobo y el humano. Para él bajar la guardia era un lujo que no debía permitirse, puesto que ser desterrado supondría una muerte dolorosa para su alma, la cual sería cruelmente devorada por el hambriento lobo. Así morir de nuevo y renacer de vuelta a la fría y húmeda tierra que lo vio nacer un día.

"Soledad era independencia, yo me la había deseado y la había conseguido al cabo de largos años. Era fría, es cierto, pero también era tranquila, maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en que se mueven las estrellas."
Lobo Estepario

domingo, 25 de julio de 2010

Pequeña improvisación


Es verdad que ya no me inspiro y que apenas escribo. Vendí lo poco que tenía por una sonrisa real y el sonido de un pálpito que pudiera retumbar hasta las costillas. A las tuyas y a las mías. Es cierto que entregué mi alma a la vida, y esta es tan sencilla que para entenderla solo hay que vivirla. Que debajo de la cama las pelusas acompañan. El ser humano, ser de costumbres y hasta de la oscuridad se adapta como un estúpido conformista que malgasta. Derrocha cada pulso y cada bocanada de aire que recogen sus pulmones. Ennegrecidos de aquel humo que expulsan tubos de escape y alcantarillas, pues el pecho se agazapa a ras de la acera y no con los pies sobre ella. Que sí, que así es cuando más se escribe, cuando el corazón tose y los pulmones se arrojan hacia el asfalto. Prefiero ser artista de la vida, escuchar que me murmulla y admirar el revoloteo coqueto del vuelo de su falda cuando el aire se entromete atrevido entre sus piernas, que serlo sobre un papel. Él nada me cuenta, se queda callado y escucha los sollozos que plasmo sobre él. Y es que ahora no quiero que me escuchen. Que mi boca esta cansada de hablar y hablar, pues el silencio salpicado de lamentos ya solo me provoca bostezos...

jueves, 8 de julio de 2010

Extremo


No hay director de orquesta cuya aguda agilidad domine las notas descoordinadas del afán de aquel pulso. Retumba hasta el oído, ardiente, fuerte. Intimidante como la fija mirada de un salvaje frente su presa a segundos de abalanzarse hacia a ella. Fijo e inquebrantable como su lanza atravesando el aire.No hayas alma cobarde cobijada, no, coronando el pecho con gesto de orgullo, ella siente con la fuerza de la mandíbula de cualquier fiera. Ni es común ni razonable aquel que goza de emociones que un corazón menguante no puede comprender. Aquí si llueve es con fuerza, y el sol aprieta cuando amaina. Si osas adentrarte en esta selva, cual flora brilla con vida propia y el sonido de la fauna retumba en cada roca, en cada montaña o en la corteza de los arboles, ruda y constante indicando que ella es libre y no conoce ninguna dichosa civilización. Escucha: No se admiten sensaciones leves. El equilibrio no es un susurro abatido en el centro, sino un rugido sobre el dominio de cada extremo.

domingo, 20 de junio de 2010

La Playa


Danzaba lenta, sin prisas. Seductura, desnuda, supuse que sabía que la estaba observando... pero, aun así, continuó. Sujeta al discreto hilo gravitatorio del Sol y la Luna prosiguió. La piel se erizó y la sangre bombeó estremecida al sentir su frío tacto sobre mí. Húmeda y atrevida serpenteaba hacia mi débil figura, cuya sombra ya descansaba bajo su ombligo en la arena.Y clavó su mirada en mí como tan solo ella sabe hacerlo... como solo sabe la marea.

Retiré mi pie de la juguetona espuma, ante mi rechazo, esta descendió ofendida hacia los brazos de la orilla. Lo siento, si esperabas despertar en mí celos.

Basta. Si estaba ahí no era para entrelazar absurdos sueños derpierto, aunque no recuerdo porque mi mente optó rápida y convencida en acudir aquí. Tuvo que haber alguna razón. Todo, absolutamente todo, tiene algún sentido o significado. Los griegos lo llamaron Logos. El ordén está estrictamente comprometido con el Universo. Supongo que he llegado aquí recapacitando sobre mi vacío, aquella Luna llena que duerme en mi estómago cada noche. No comprendo: ¿Qué es lo que falla?. No logro encontrar argumento ni teoría que encaje con tal síntoma. Solo sé que siento que ya no sé nada... y el ser humano sin saber, es un cadáver que aún respira.

-Bonito atardecer este ¿verdad?. Oh, cierto... tal vez no esté atardeciendo. ¿Qué hora es? bah, déjalo, no contestes. Qué más da, tan solo son números. Una vida no está repleta de horas, días, semanas y meses ¿sabes?. ¿Puedes sentir las 3 menos cuarto? !No, claro que no¡ Nada que reciba nombre por la necesidad de ser definido o recordado forma parte de la vida. Aunque, no te confundas... muchas veces se les pone nombre inecesariamente a lo que realmente es necesario. En ocasiones, siempre hay algún estúpido crea-títulos que etiqueta, por ejemplo, al Amor como amor. Convencidos de sus conocimientos y habilidades astronómicos, políticos, literarios... Y lo que aún no han alcanzado a descubrir es que lo desconocen todo...

>>Pero, bueno, qué te voy a contar: tú estas aquí, en la playa, tendido sobre la cálida arena y gozando del dulce -aunque muchos digan salado- aroma del mar. Estás siendo consciente de la belleza que se expande partiendo de tus ojos hacia el horizonte, y sé que te gusta. Tú eres de los míos... Espera, ¿por qué me miras así? ¿A caso dudas de ello?. Bien, entiendo, aún te preguntas porque estás aquí. Supongo que buscas una respuesta, y ésta está en no hacerse preguntas tan obvias como esa. No castigues a tu cerebro por soñar despierto. Deja de razonar tus sueños y comienza a vivirlos. Porque aquello que compone a la vida tiene su lugar de origen en el instinto y en el subconsciente. El ser humano sin sentir es un cadáver que aún respira. Siempre has permanecido en esta playa. Y esta voz nunca existió, tan solo para tu cabeza... esta cabeza a la que recurres demasiado.

Marea, sí, despertaste celos en mí. La envidia acudió a mí al ver la gracia y libertad que derrochas fluyendo despreocupada, con el roce eterno del reflejo del cielo sobre ti.

viernes, 11 de junio de 2010

Antes de dormir


Antes de dormir ya no se realizan teoremas con las estrellas, aquellas que, prisioneras del cosmos, gritaban discretas un silencio obvio. En esta guarida de anarquía donde no rige la razón ni gesto indiferente. No se somete al cohibido, pues este es libre, es impulso, es improvisación. Es soberano propio y súbdito de escalofríos, pestañeos y bostezos no reprimidos. Del alboroto entrometido entre latidos descompasados, carecidos de orden, partitura y director, mas no por ello no se logra dar a luz una pegadiza sinfonía sujeta y aferrada a cada poro de la piel. Qué más dará si la escuchas o la ignoras, si agazapada tu oreja en su torso reconoces su destiempo y prisa, además de su porqué. Es desenvoltura y despreocupación sobre un vaivén de viejas injurias envueltas en un cerebro de semblante serio y retorcido, cuello erguido, cabeza alta y pecho huérfano sin alma. Pues esta es antojo, es niña, es transparencia. Es antes de dormir, tontería y locura, una razón de ser y la lógica que sirve tu tez. Ya que es justo en este momento, con párpados perezosos y tímida respiración, cuando los últimos murmullos de la noche son dedicados a cada mechón de pelo, cada palabra y recuerdo.

Nunca fue tan dulce el exilio de la cordura.

sábado, 5 de junio de 2010

La Feria



Se adentra la vista entreabierta y confusa frente el disparatado conjunto de luces que se vierten sobre el loco espacio. El tono indeciso se transforma de cálido a frío y de frío a cálido, tan irregular como su perteneciente lugar. Mas una melodía recorre disparatada, bailando juguetona y atrevida con las risas, gritos y aplausos. El gusto, el tacto y el olfato perdieron sentido, anonadados entre tanto gentío, entre el estrambótico ambiente que se cernía entre ellos.


Coronando la lisonjera de aquel paisaje lunático lucía encandilando la dulce noria. Competidora del apetitoso algodón de azúcar y cualquier caramelo de semblante apetecible y tonos llamativos. Coqueta gira siguiendo el trazo imaginario de las estrellas plasmadas tras ella y en lo alto la atenta mirada de la Luna, inmersa en la envidia y la autocompasión de su soledad. Quién osaba alojarse en ella sufría, gozaba, del delirio de que las agujas del reloj recorriesen horas que se mostraban remolonas en minutos. La velocidad subía al antojo del azar y el estómago extasiado no alcanzaba parar de reír. La luces fusionadas, emesis de colores, distorsionaban la vista... no obstante, no era molestia. Era alivio, era distracción, era órgano vital de La Feria.


Llegando al pequeño circo, vistoso en sus franjas rojas y blancas, se aguardaba dentro admirables héroes frente los inocentes ojos de niños, la atención de adultos y la añoranza de ancianos. Qué asombro desencadenaba entre el público aquellos curtidos músculos... venas y tendones empujando la piel, rojiza la frente y apretados los dientes del rudo caballero. Alzaba como breve pluma bloques de cemento y torcía como si fuesen goma barras de acero. Tras el asombro y la fascinación surgió una oscura figura, misteriosa y orgullosa, al ser descubierta por el indiscreto fulgor de los focos aparecieron de las sombras dos solemnes fieras, a cuál de las dos más temida, envueltas por el temor y la sorpresa de los presentes. Estas, sumisas y anestesiadas por la presencia de su señor, obedecían sin rugidos ni sublevación a su venerado domador. Por último, y no por ello menos importante, la llegada con movimiento sutil y ágil de los mellizos equilibristas. Pendientes del más fino hilo avanzaban uno sobre otro, como si se tratara de un liviano sendero, con gracia y la emoción de las gradas. Era la fortaleza, era la valentía, era el equilibrio... eran la sangre de La Feria.


Mas no todo en este paraje era alegría y elegancia. Se ocultaba alejada una pequeña sombría casa, divisada solo por los más curiosos, quienes eran atraídos por el morbo y la burla. En ella se exponían, como se expone una mariposa muerta con las alas clavadas sobre una tabla, aquellos seres, si así podían ser llamados, cuya suerte les había abandonado. Dejando como recuerdo deformaciones, una mueca ensombrecida por la desgracia que acarrean algunas diferencias... y lágrimas atragantadas al observar el gesto de desagrado y repugnancia de sus invitados. Era... era la enfermedad, el cáncer de La Feria.


Un corazón no es corazón sino bombea sangre en su interior, solo colmado con ella evitará ser sucio mecanismo de secos engranajes que más que latir tocen, que más que sentir razonan, que más que amar temen...

lunes, 31 de mayo de 2010

Juego de realidad y fantasía.


Se escucha la calma de una respiración. La respiración del bosque, cuya garganta expulsa la suave brisa remando cada hoja que compone su espesura. Ese es el sonido...
El sonido del roce de las sábanas que cubren la piel en un acto de atrevimiento, las aspas del ventilador expulsando malhumorado el aire, el aparente absurdo latido de un codiciado corazón.

Y mientras los pulmones vuelven a renacer en su intermitente muerte se cuela el dulzón olor a hierba mojada. El rocío culminó su labor durante toda la madrugada tropezando en ella, aparentando ser un simple accidente, un pequeño descuido, como el roce de dos bocas o de una mirada tonta. Ese es el olor...
El olor a tabaco por la mañana dibujando breves surcos frente tu hambrienta mirada, el olor a un perfume inevitablemente conocido... da igual que aborde otro cuello. Su imagen se escapa y se introduce en tu recuerdo.

Al alzar la vista los arboles compusieron su propio cielo, creando una bóveda en constante cambio... continuamente dinámica con el impulso del viento. La luz se cuela entre ellos, traviesa, risueña, extrovertida, ilusionada, y propaga su propio suelo. Creando en él a su antojo extraños mosaicos al postrarse la claridad y la sombra. Esta se tiende en las hojas más rezagadas, mancillándolas, cubriéndolas del frío tacto de la ansiedad... donde el brillo del Sol no logra alcanzar.

Mas si se presta un poco de atención, se guarda calma y silencio, se oye desde algún lugar con cierta lejanía el tintineo esperanzador del agua brotando de un riachuelo, ahí donde centenares de destellos se tienden en ella. Así, con ese pequeño murmullo, hasta la oruga más débil emprende su camino, y en su mente la esperanza de lograr su crisálida. El final de esta, la oruga, otorgará un nuevo principio... el de la mariposa.

Hasta el más bello rosal tiene sus espinas, mas estas no son clavadas en las manos de otro; el dolor aflige y arquea la espalda, y estas son alojadas en su propio pecho.

lunes, 24 de mayo de 2010

Aquella niña de ojos tristes



Aquella niña de ojos tristes y radiante sonrisa anda sobre torpes y frágiles pies.
Qué sendero tan extenso alcanza el horizonte, tan pedregoso como la incertidumbre que se cierne sobre él.

Pero... esa niña, me inquieta esa niña... quizás si logro tocar su piel...

Tersa tez, rosada como la vigilia de las nubes que rozan el tesón del Sol. Dulce e inocente mirada que sigue mi mano adormecida por aquel tacto.

Qué referencia tan tenue se percibe de ella... pero aquellos ojos tristes...

Me inquietó aun más el sendero que recorrió sus pupilas, hacia sus rodillas.. que el que se expande ante nosotros.

Qué piecesitos más simpáticos...

Retrocedieron lentamente. Alcé mi brazo, no quise que se alejara, no quise que se asustara...

El cielo se oscureció repentinamente, atronador frente mi atrevimiento rugió y acompañando su eco:

Una gota, dos gotas, tres gotas...

Una inmensidad de gotas tropezando en mi cabello, hombros, rostro...

Qué hedor tan extraño... tan amargo. Qué color tan oscuro el de esta lluvia ¿Es reflejo de este cielo?

No era agua lo que resbalaba sobre mí, más observé a aquella niña, mi niña, y el rosado desapareció. Sustituido por un plateado interrumpido por el marrón. El ácido serpenteaba por cada extremidad y con él se esfumaba como el breve polvo cada poro de su piel. Quedó tan solo una silueta mecánica ante mi atónito gesto.

Un pequeño reloj coronaba su pecho, sin carcasa, agujas ni números... solo engranajes entrelazados, y al compás de su débil movimiento se escuchaba un sonido. Un pulso tan sonoro y vivo como el de un corazón.

¿Qué hora marca tu reloj?

Entreabrió su pequeña boca escapando una tímida voz de sus finos labios:

La hora en la que el desaliento se agazapará en el final.

Solo se me ocurrió torcer una mueca de confusión... y aquella niña de ojos tristes sonrío, descansó su diminuta mano en mi mejilla y susurró:

Deja de mirarte en el espejo... Despídete de mí, tu reflejo. Aquí te esperaré cuando el desaliento se agazape en el final.

sábado, 15 de mayo de 2010

Beau Soir


Aquellas dulces notas danzaban vibrando en el aire, trazando órbitas como en un plácido lago, salpicando de gota en gota hasta mi oído. Desconozco cuál de ellas surcó hasta lograr morir en mi pecho, y el último murmullo de su respiración fue un réquiem para la razón. Acarició mi nuca con su cálido aliento y entrelazó en mis pensamientos aquella incertidumbre. Impregnaba su aroma en mi cuello mientras marchaba... Ahí quedé, tendida sobre mis sábanas envuelta sobre cábalas. Aún intento descubrir quién era, tan fugitiva, tan misteriosa...

Comprendí la similitud, entre la sombra de mi figura sembrada por el reflejo de la luz y aquella melodía que acometía contra mi cordura. Vertía en mi labios la miel de sentirla como si fuera mía, pero sin conocer qué se ocultaba tras ella que no me mostró su razón de ser.

¿Que ocurre bella Melodía?
¿A caso eres tardía a tu corazón?

Sin palabras ni gestos, viví junto a ella solo el roce de un beso incierto...

Debussy hizo en un instante lo que yo llevo haciendo contigo ya hace tiempo.

domingo, 9 de mayo de 2010

El misterio del Eclipse



¿Observas bajo sus pies aquella fría circunferencia, tan sobria y con gesto de solemnidad, rodeada por ese peculiar halo de luz? Cálidas dentelladas que envuelven la gélida superficie de aquel punto negro... Son la Luna y el Sol, encabezando un mismo cielo.

Cuentan los más nostálgicos la leyenda sobre este fenómeno, alegando y entonando melancolía, que va mas allá de teorías científicas o astronómicas, de números o probabilidades. Se cierne un secreto que a muy pocos se les concede el privilegio de conocer... el misterio del Eclipse.

La Luna, mientras nos tendemos sobre el terso regazo del sueño en brazos del silencio de la oscura noche, ella observa desde arriba con gesto taciturno. De acero son sus párpados y no tienden a cerrase. Continuamente abiertos sobre el extenso Universo, fulminados con el destello saliente de las estrellas. Y la más vital de estas, similar a la savia escurrida que repta por la corteza de los árboles o el agua que acaricia las comisuras de unos labios, recibe el nombre del Sol. Tan risueño como su fulgor.

Tan curioso y persuasivo, sin saber por qué entrometido entre las negras sábanas que dan sepultura al día, más tropieza con el tedio de una mirada...

La cara situada frente a él es el policromo reflejo de su incandescente sonrisa. Dicen que esta cara es bella y amena, sus párpados de tierna piel y en su tez no hay hiel ni acre que amargue su gesto. No obstante, su espalda, observada por nuestra anonadada mirada, es pura sombra y cada día se ensombrece más, al sentir en la nuca el sórdido aliento del final.

No hay nada más difícil de borrar que la mancha de una sombra...

Y si hoy está lloviendo, no tiene nada que ver con las nubes. Hoy La Luna expulsa en forma de lluvia los últimos rastrojos de luz que permanecían en ella.

lunes, 26 de abril de 2010

No abras el telón



El paso sigiloso del disimulo recorre nuestras bocas, el rostro muy pocas veces yerra su cometido y muestra en él dos esferas, donde las palabras son ruido sin importancia. Bajo la calidez de La Luna, la única luz que ilumina nuestro escenario, pesó más en mi pecho la locura del silencio que la cordura expuesta en la labia. En esta obra, se haya un diálogo basado en la obviedad de nuestras mentiras, la cual desvela la evidencia... Y tras la negligencia del translúcido telón se escuchaba una voz:

"¡Cállate, absurdo, y escucha aquel sonido que rema en las plácidas aguas del viento, no es el de la marea el que implora tu atención, sino el de un alma que no rige la razón!"

El grito poco a poco se transformó en ápices del discreto eco que cabalgaba el aire sin que nadie atendiera a su presencia. Entre un público inexistente se respiraba el asombro y la incertidumbre: ¿Fue aquello una improvisación o formaba parte del espectáculo?. Los focos amainaron su fulgor y se tendió sobre los figurantes, nosotros. Así comenzó de nuevo la función. Aquella chica envuelta en un velo, dejando solo ver aquellos ojos, mencionó:

"No descanses en mi lengua, pues ella no repara en lo que siento, sosiega tu espalda en mis párpados, sobre mi mirada... pues delata sin contemplaciones aunque pretenda alejarse de la tuya. Mas no te valdrá de nada, créeme."

Y entre mensajes de papel, sin destinatario aparente, se postra en el interior la verdadera conclusión, el trama de esta obra disfrazada de comedia, mas en sus adentros se encuentra la triste tragedia.

martes, 20 de abril de 2010

¿Recuerdas?


Sensaciones, quizás puedan ser llamadas así, solo sensaciones, percibidas con la delicadeza con el que el vello se endereza de la piel por el impulso de la discreta caricia de un escalofrío. Recuerdos del alma, emociones rezagadas por el tiempo y el inevitable dinamismo con el que se mueven nuestros cielos. A volandas de la suerte inhalan por un instante el breve aroma de la memoria fugitiva prendida del olvido, este que la guía hasta la densa niebla y la hace suya, arrebatándola de nosotros entre la blanquecina aura.

El tránsito entre calles sin estar en ellas, si todavía no te has ido y tu recuerdo ya golpea. Me invaden las aceras y, con ellas, mis lágrimas... no resbalan por mi cara, pero arden en silencio. La tenue luz de aquellos faros, mirándome con mueca mustia, se escurre hasta posarse en mí y el fulgor tendido en mis pestañas se me antoja el reflejo de tu tez. No es tu olor el que concurre por las siluetas de ladrillo, sino esencias que fueron compañía, colándose desde ventanas y alcantarillas, mas ahora me llevan hasta tu ausencia. La melodía que escuchabas, se ha vuelto la mía, diluida con el invisible golpe de mis pies en el encharcado suelo, juro que no fueron mis ojos quienes humedecieron el grisáceo asfalto... La lluvia tropezó con la ciudad y fulminó tu alegre figura, sembrando tu sombra en cada esquina.

sábado, 17 de abril de 2010

No eres acre

Suelta mi mano, leí en la tuya, en aquellos surcos que me miraron como me miras tú, el transcurso de algo que no quise entender y oculté con el índice mi nombre en tu piel.

Un bosque que se hospeda en la boca del estómago.

Ahí está resquebrajando la calma del inerte desierto: ¿el agua de manos de la fresca hierba fluye o es un simple espejismo? Una mancha inexistente de color cristalino flotando en espesa brisa, alargado ya el brazo me percato de mi nada. Dicen que en estos parajes el día nace cálido abrazado al dulce regazo del Sol, pero al postrarse en la liviana superficie la nocturnidad, acude la gran iracundia del frío helando la fina arena que lo cubre.

Tu piel no es acre.

"Me desdibujas", te dije... con el invisible movimiento de mis labios, siendo la muerte de un susurro. Perece cualquier palabra que dicte demasiado, pero nunca las miradas. Si me escondo tras mis párpados, muero, pues tras ellos estás tú.


Pendiente del hilo sucumben mis pies, hacia el abismo de aquel bosque del que os hablé.

...Esfúmate, ahora que todavía permanezco en pie.

viernes, 2 de abril de 2010

El delirio del deseo

Un iris perturbado se abalanza hacia delante con el fugaz abanico del parpadeo, mas su afán se precipita en todo aquello que no tiene y no ha sentido. Por lo cual es vetado de inmensas emociones, esas que encabezan nuevas experiencias, que matan el tiempo el segundo que tu mente da un respiro y agradece vivir lo sucedido. Sí, aquellos veloces acontecimientos, cuyo sonido de ambiente desaparece e introduce en tu cabeza cual relámpago de franqueza la exquisitez que gozas precisamente en ese instante.

El deseo de pisar otro suelo que no sea este, respirar la brisa que acaricia el mar y envuelta en su peculiar fragancia, o tal vez ahogar toda perturbación en el escondrijo más alejado de este paraje. La loca devoción por la lejanía se arruga con el corto de nuestros pies y la largura de la distancia. Y con el sosegado pasado, comparado con un presente atronador y un futuro no mucho más apetecible, parte disparado el antojo de recobrarlo... de retirar el algodón que lo recubre con la ternura de una manos agrietadas y no tan tersas por el tiempo, exiliar el polvo para que brille como antaño. Pero el transcurso egoísta de los días no admite plegarias, la absoluta culminación de su empleo se basa totalmente en ello.

Mas quién no esconde en su interior el amago del amor, este inacabado, con solo el sentido de aquella absurda felicidad del embeleso de una tez ajena, en la cual respirar su esencia embriaga, espirando suspiros e inspirando muerte. Se extiende el brazo como rama seca que se balancea con el remar del viento, un único fin de alcanzar su rostro, como fuente de vida que desprende la corteza de un árbol rebosado de savia y vitalidad, pero la extremidad se contrae y retrocede siendo arrebatada de vehemencia por el miedo o el rechazo. Permanece en una simple quimera entumecida cobijada en el calor de tu pecho. Dime si no hay mayor crueldad en una censura que en esta, que rodea la garganta del alma sin hacerla perecer, pero sin dejar de agarrotarla en un profundo abatimiento.

Pero... ¿y si todo se hallara hacedero? Si la angustia que persiste en nosotros, frustrados por no ser más que limitados en lo que anhelamos, se desdibujara con lo utópico y con la llegada de lo factible, aquel sentimiento del que os hablé, capaz de rozar lo extraordinario, no sería más que vulgar y aburrido. Un continuo tedio que nos rodearía entre bostezos y latidos regulares. Nuestras vidas, el sentido de estas se tiende sobre el delirio del deseo, aún si no lo logramos, encontramos hospicio con la admiración de lo desconocido, el recuerdo y el vivaz aroma del qué más da a que huela, pues a mí me huele a vida, me huele a ti.

domingo, 21 de marzo de 2010

Dulce vínculo de la amarga belleza.

Las mejores palabras, estas que contienen de verdad la sinceridad de una boca herida, son sometidas al silencio del terror adormecido, abrazado de la epiglotis sin dejar en paz el trascurso natural del sonido que aguarda el alma impotente. Retumban en el estómago deseosas de libertad, mas son aplastadas por el peso de la racionalidad... de atributos que acometen contra el instinto animal del esclavo ser, creyéndose libre no es más que un cúmulo de reprimendas. En su jaula, de fondo el constante eco de las voces de la cobardía, que delicia sería que estas rozaran el aire y descargaran su maldad contra las inmensas montañas, las cuales cuanto más lejos se encuentren mucho mejor, y así olvidan el acoso a mi sinceridad, posándola en plena templanza para no ser ni escondida ni arrojada al exterior, sino deslizada con total naturaleza.

Mostrar cual es la realidad que agacha la cabeza por vergüenza, sintiendo las collejas de la gruesa mano llamada complejo, pues detrás de la seguridad millones de veces se oculta... Y amar la perfección con su verdadero significado, ya que esta se agazapa hasta entre las más tristes emociones; incluso ahora, con el interior hecho trizas, se aguarda la armonía y se entrelazan las moléculas de la melancolía, creando el dulce vínculo de la amarga belleza que se encuentra en mis pedazos... pues si me siento así, es por un sentimiento limpio, a pesar de que me ahoga sigue siendo puro, y quizás esto sea mi conexión con el loco mundo que muy pocas veces quiero comprender.

Dicha limpieza descansa en lo que callan las comisuras de mis labios, de la confrontación de sensaciones que logro retener en un mero abrazo fugitivo, todo lo que mato en apariencias y lo que goza de vida adentro. Pues en ellas vivo, ya que con ellas siento, aunque sea la vivaz pesadumbre a solas y el embeleso que respiro con tu brisa.

domingo, 14 de marzo de 2010

El cielo de esta noche

Hoy, tumbada sobre algo de lo que ya he olvidado como se llama, pues ahora, en este preciso momento, el techo se esfuma desdibujando surcos descoloridos en el aire; desaparecen trece pisos como lo hace una pizca de polvo al ser empujado por un pequeño remolino en forma de suspiro, recién salido de una traviesa boca; la brisa del aire libre roza mi piel con suavidad, mas si lo hiciera con crueldad esta misma ni se percataría, pues en mi mente solo se hospedan cábalas que admiran ahora hacia las estrellas presas del inmenso cielo descubierto, tendido sobre el suave manto negro con el brillo propio de la seda. Intento destrenzar el enigma que me prestan tus ojos, que rigen tus palabras... estos torpes dedos solo conocen el enredo.Como mira un niño pequeño, con mirada curiosa, admirando el universo; temblando por la solemnidad y grandeza de este, con la boca entreabierta dibujando en ella "por qué", "cómo"...

Por cada astro que brilla desde lo alto, un secreto encierras, el cual interrumpe mi calma como lo hace el eco de tu absurda risa. Volar entre las moléculas de aquella cabeza, desvelar sus espejos y mirar de una vez cuál es mi reflejo. Obviar que lo se todo nunca fue tan complicado, como lograr rayar La Luna con las uñas. Y que quede claro que me cuesta tanto encajar piezas como nombrar las constelaciones que me muestra el cielo de esta noche.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Indiferencia

Bendita indiferencia, te posas en mi frente por mero antojo y cuando realmente eres menester te deslizas con la brevedad de la brisa... dejando a solas a quien muere por la aflicción de un todo introducido en el pecho, surgiendo de ahí dolor que no quise nunca volver a sentir. Requiero otra vez tu presencia, tan solo tu compañía más la deseada soledad, pues si tu estás a mi merced tan solo es esencial mi propia piel. Añoranza se resbala en mi espalda como signo de escalofrío recordando que un día no hubo más nadie que tú y yo... aunque nos estrechaba con sus brazos el oscuro halo de la autocompasión y de la tremenda depresión. Y aparecía, sin embargo, la templanza, cuyo origen provenía de la ausencia de prescindibles. No tolero conjunto estrecho, mi cuerpo se escurre entre sus dedos, deslizándome, huyendo con respiración entrecortada por el tijerazo del miedo. Mátame indiferencia, antes de que lo haga el estruendo de mi pesar sujeto a mi esternón, acaba con el ser social... no deseo ser más que huraña en compartir mi aire y espacio.

lunes, 22 de febrero de 2010

Bóveda marítima

El mar cierne tantos misterios... solo conocidos por unos pocos, aquellos que no entienden el agua salada, que por más empeño implicado aún siguen siendo de agua dulce. Misterios que tan solo son vistos por los ojos de quien no respira el mismo oxígeno, para quienes la brisa más corriente quema las escamas. ¿Nadar? intentan andar por la blanduzca superficie cristalina, pero quién puede caminar sobre agua... procura lograrlo el que como finalidad tiene la perfección, un total control de litros y litros de lágrimas del cielo. Pero tan solo son un lingote de hierro oxidado hacia la deriva, se hunden, tragan arena... pues el peso de sus almas, de su espíritu calcinado por el aire, pesa más que cualquier roca perdida en la bóveda marítima. No fluyen, no olvidan su equilibrio entre el suave azote de las olas. Estos que no tienen lugar, que envidian la libertad de la gaviota que sobrevuela el pequeño infierno mojado, que no comparten la fluidez de aquellos que flotan en la superficie y que tampoco comprenden a quienes habitan en los lares más profundos. Atraídos por la contracorriente, cuya bella soledad a veces es más suculenta que cualquier multitud absurda. El fulgor de algún faro puede iluminar, pero incluso esto daña a aquellos, puesto que son pobres criaturas en las cuales sus extremidades son pequeñas prolongaciones que no superan el fuerte golpe del viento al chocar con océano, y ni siquiera son capaces de rozar su fuente luminiscente ni el simple segundo que tarda una gota en dividirse, deformarse y unirse en el instante que es golpeada contra el suelo.

lunes, 15 de febrero de 2010

Olvidar que vives

Túmbate sobre el suelo. Ignora el frío tacto de tu espalda desnuda contra este. No escuches, que hasta el máximo silencio sea molesto para tu oídos y vétalo. Desconecta la consciencia. Estáte despierto, pero sin pensar ni tan solo un segundo. Inspira, espira. Aléjate lentamente de la realidad. Ya solo quedas tú.

El sonido de los coches al pasar rasgando el aire, el constante girar de las aspas del ventilador, voces a lo lejos propias de bocas barriobajeras, la suave brisa colándose por una pequeña rendija de la ventana. Todo se convierte en nada, niebla blanquecina rodeando tu cuerpo sin ropa ni ninguna atadura que atrape los poros de tu piel, tendido en una superficie que ya ni tiene forma ni tacto, pues para ti ya no existe. Obtén una pizca de oxígeno y expúlsalo de forma que esta huya y desaparezca de tu ya escasa vista. Miedo al presente, inseguridad debida al pasado y un todavía no lo siento, pero temo sentirlo en un futuro se esfuman consumiéndose al igual que toda la existencia. Tu cuerpo se ha derretido y ha desaparecido, mas ya solo queda la calma, pues ni esta conserva significado en lo que ahora es un templo de aire inexistente.

Que bello es olvidar que vives y que formas parte del caos arremolinado en pensamientos que corren de un lado a otro sin saber a donde dirigirse. Difícil lograrlo cuando oyes en la cercanía, o ya lejanía, como la inmensa masa de realidad aporrea tu puerta con impaciencia. Pero tan fácil simplemente escribirlo y con ello saborear por un instante ápices de no saborear absolutamente nada.

sábado, 13 de febrero de 2010

Utopía nocturna

Una mueca pálida suspira esperando la partida del reencuentro, con la esperanza de comenzar de nuevo. Anoche soñó. El mero hecho de trenzar fantasía con imitada realidad empuja la cabeza a recordar polvorientos entresijos de deseos anteriores, que aguardaban con ojos ansiosos su oportunidad de lograr introducir dulce exquisitez en la médula de la dueña. La miel en los labios, suele decirse. Navega por el inmenso mar de la surrealidad, aprovechando la negligente vigilia de dos ojos dormidos. Ahógate en ficticias posibilidades. Solo quedará la espuma tumbada sobre cálida arena, ensuciándola. La armonía de quien descansa de experiencias pasadas se topa con un simple sueño. Falsa simplicidad es, pues se sellan en la espalda del párpado antiguas ansias y cada vez que se cierran besan el iris con presuntuosidad, atormentando. Agria comparación con la fortuna de aquel momento soñoliento de puras falacias y la insignificante dicha real. Utopía nocturna que embelesa la inconsciencia, que abandonarás. Y encaminarse hacia donde los acontecimientos acuden al presente en contra del antojo.

domingo, 31 de enero de 2010

Permanezco en el juego.

Pues ni tengo futuro, dudo en medio de la ambigüedad presente y niego cada vez que vomito pasado. Me trago los dados de este maldito destino. Terco destino. Las fichas siguen moviéndose en el tablero, al compás del latido cansado de un asfixiado corazón. Este, único cómplice de como se atragantan acontecimientos surcando como espinas la blanda carne de garganta. Muy a mi pesar los adoro. Muy a mi pesar son punto de apoyo. Me salto las casillas que más temor causan. Cada hueso sujeto en el miserable esqueleto tambalea su equilibrio al mencionar la palabra muda, vetada de voz como castigo que aún así resuena, cabalgando el eco, golpeando la muralla. Hago trampa con descaro. Secuestro en mi amarga manga las cartas que no me interesan.

Si la broma pesada llamada vida no provoca ninguna carcajada entre la maraña del silencioso tedio. Sabiendo que el simple hecho de respirar ya es suficiente doloroso, cuando esto conviene seguir sufriendo al mirar la negra estela prófuga causada por la rapidez con la que gira la inmensa bóveda, intentando hacerlo con indiferencia. Pero siempre en vano. Siempre sobresalta el brillo de una pequeña luz enredada en el nocturno hilado luminiscente. Es evidente que fallo como persona. Evadiéndome de rituales típicos. Dime, entonces, siendo una vulgar farsante y tropezando para luego saltar las reglas en ningún lugar escritas. Cómo, aún así, permanezco en el juego. Cómo aún tengo el balón sobre las manos.

Si real fuera la existencia de aquel que fija su mirada desde arriba, yo no habría tardado en desaparecer de esto propiamente calificado de infierno. Huir del cuerpo que con crueldad encierra la complejidad de una mente que golpea y grita aprisionada en el cerebro bajo la vigilancia del cráneo y el adorno del cabello. Simplemente abrazar la sencillez de marcharse y ocultarse en medio de la nada. Sin más nada que decir ni pensar. La carencia de sufrir acarrea también la de no sentir. Descansar del tormento sin volver a contemplar nada que este relacionado con la realidad. Cerrar los ojos sin más y no volver a despertar. Oye el silencio de quien ya no existe y admira lo que es para mí el cielo.

jueves, 14 de enero de 2010

Frío abrazo

¿Hola? Despierta, despierta del sueño que surge cuando tus ojos están abiertos y se cumple cuando se cierran. Desenreda el cabello de tu nuca de la arboleda de la imaginación, que las gotas de rocío que resbalan por la tersa piel de cada hoja desnuda no es agua, más que veneno es, ácido que quema y agujerea desprendido de la lengua que tu boca seca implora. Retira tu cabeza de calavera de en medio de la carretera y lee otra vez la lección forjada en la tez con hierro ardiente. La vida, que dejó de respirar y en lugar expira con cortes de manga burlescos. Aún así buscas aire en el ataúd de tierra, pues parece que mi frío abrazo ya te sabe a poco, mas deseas encontrar luz allá fuera, donde el cielo es asfalto y el sol murió para tus ojos. A pesar de que la delgada mano de hielo empuja tu esqueleto al fondo, anexo al núcleo interno, deniegas de ella, aunque atrae el suave tacto del roce de la carne contra el fallecer.

Ya masoquista por tradición sufrirás de cualquier manera, debido a la cuerda hacia el exterior, ya que no es otra cosa que piel de cordero con tripas de serpiente. Siendo consciente de cuanto venera tu inconsciencia lo imposible, como se aleja de lo fácil para sumergirse en la impotencia, así pues, cruzas el cielo pretendiendo flotar cuando solo eres suicida disponiendo a morir por su propia doctrina. Qué más dará, el final se cierne en todos los caminos, no obstante, algunos con forma circular empezaron ya con este. Tú, solo brisa que bailas atravesando mechones de su pelo asfixiando de aliento malsano a órganos anteriormente vitales, estrangula la escasa humanidad escondida en ti y afronta lo que eres, ser eternamente prescindible cuyo nacimiento fue innecesario.

Con ironía y decepción,
tu compañera, autocompasión.