lunes, 9 de agosto de 2010

Recuerdo que olvido


Olvido que se me olvida con facilidad la capacidad de los demás para tanto sufrir como amar. Se me olvida, y acabo subjetiva y sola como cualquier vagabundo olvidado en la más fría calle, mirando a transeúntes recorrer rápidos el asfalto, tan veloces que son fugaces y difusos sobre el lienzo que parte desde la egocentricidad de mi ojos. Y bebiendo del vino más barato que encuentre, lamentándome en el reflejo de algún sucio charco, ni el llanto de los gatos se me antoja melancólico. Olvido que tengo hogar y en esta acera solo encontrada bajo mis pies alcanzo el sueño... y la muerte. No obstante, no soy común, pues no deseo ni soporto nunca limosna de nadie, ni aguanto la compañía de ningún perro acompañante. Huyo del fulgor de las farolas y resguardo el gesto de mi rostro en la más inexpresiva oscuridad. Olvido que soy gente, que no soy la única que encuentra pesar con las ocurrencias del tiempo y de la vida.

Y recuerdo, de vez en cuando, que entre el gentío no es mi pulso el único que resuena, que no es tan solo mi propio eco el que escucho. Vuelvo a mi hogar, pues recuerdo, y te encuentro. Olvidé que en mi partida te dejé olvidado. Olvidando que, mientras yo sufría la lluvia, tu te ahogabas con la misma tempestad. Que mi ignorancia alimenta mis temores y causa los tuyos. Recordando que más que triste vagabundo, soy acaudalada del capital de tu mirada y la fortuna de tu sonrisa. Que sientes como yo... y que a veces lo olvido.