miércoles, 28 de julio de 2010

El idioma de los lobos



Algún lobo murió no muy lejos de aquí e inexplicablemente volvió a nacer en el corazón de un ser humano. Aunque el idioma que transmitía su cerebro continuaba siendo el de los lobos, había logrado poseer un alma en su pecho, pues ahora se suponía que formaba parte del clan de las personas. Aquel fenómeno supuso grandes confrontaciones internas dentro del peculiar cuerpo. Ya que, al hablar dos idiomas totalmente diferentes, nunca lograban una relación amena entre ellos. Las miradas de odio que se dedicaban ardían en las entrañas, pues ahora también tenía entrañas.

Antes la sangre era hermana del agua, totalmente natural cuando debía descuartizar con la fuerza de sus mandíbulas y garras a algún pobre animal, ahora el color y olor de esta le provocaba repudio.

Estas no fueron la únicas transformaciones que sufrió el condenado híbrido. Su piel ya no estaba cubierta de pelo y el frío helaba como nunca. Sus dientes ya no eran afilados ni su mandíbula fuerte, por lo que una sensación de fragilidad se había cobijado dentro de él, sintiéndose un ser indefenso. Sus ágiles y rápidas patas habían sido sustituidas por dos torpes piernas, huir era demasiado difícil. Y vosotros, simples humanos, no podéis llegar a comprender el alivio que produce aguardar la posibilidad de la huida.

No obstante, hubo un cambio que se le antojaba a la anterior bestia agradable. Sobrevivir en su antigua hábitat era complicado, aunque gozaba de una inmensa libertad, pero un lobo solitario nunca sabe con quién compartirla. Ahora dormía en un confortable colchón, disfrutaba del calor que desprendía una chimenea y podía compartir su libertad humana. Amaba tener un hogar.

Pero todo, absolutamente todo, conlleva inconvenientes. Y es que en el fondo continuaba siendo un animal salvaje. Un animal salvaje que aún no conocía con profundidad el clan de las personas, por lo tanto temía y desconfiaba de ellas. Al no ser como los demás, no ser totalmente puro, resultaba muy fácil ser descubierto y expulsado. Pues quién quiere a alguien que permanece en una especie de limbo, en un desequilibrio continuo entre el lobo y el humano. Para él bajar la guardia era un lujo que no debía permitirse, puesto que ser desterrado supondría una muerte dolorosa para su alma, la cual sería cruelmente devorada por el hambriento lobo. Así morir de nuevo y renacer de vuelta a la fría y húmeda tierra que lo vio nacer un día.

"Soledad era independencia, yo me la había deseado y la había conseguido al cabo de largos años. Era fría, es cierto, pero también era tranquila, maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en que se mueven las estrellas."
Lobo Estepario

domingo, 25 de julio de 2010

Pequeña improvisación


Es verdad que ya no me inspiro y que apenas escribo. Vendí lo poco que tenía por una sonrisa real y el sonido de un pálpito que pudiera retumbar hasta las costillas. A las tuyas y a las mías. Es cierto que entregué mi alma a la vida, y esta es tan sencilla que para entenderla solo hay que vivirla. Que debajo de la cama las pelusas acompañan. El ser humano, ser de costumbres y hasta de la oscuridad se adapta como un estúpido conformista que malgasta. Derrocha cada pulso y cada bocanada de aire que recogen sus pulmones. Ennegrecidos de aquel humo que expulsan tubos de escape y alcantarillas, pues el pecho se agazapa a ras de la acera y no con los pies sobre ella. Que sí, que así es cuando más se escribe, cuando el corazón tose y los pulmones se arrojan hacia el asfalto. Prefiero ser artista de la vida, escuchar que me murmulla y admirar el revoloteo coqueto del vuelo de su falda cuando el aire se entromete atrevido entre sus piernas, que serlo sobre un papel. Él nada me cuenta, se queda callado y escucha los sollozos que plasmo sobre él. Y es que ahora no quiero que me escuchen. Que mi boca esta cansada de hablar y hablar, pues el silencio salpicado de lamentos ya solo me provoca bostezos...

jueves, 8 de julio de 2010

Extremo


No hay director de orquesta cuya aguda agilidad domine las notas descoordinadas del afán de aquel pulso. Retumba hasta el oído, ardiente, fuerte. Intimidante como la fija mirada de un salvaje frente su presa a segundos de abalanzarse hacia a ella. Fijo e inquebrantable como su lanza atravesando el aire.No hayas alma cobarde cobijada, no, coronando el pecho con gesto de orgullo, ella siente con la fuerza de la mandíbula de cualquier fiera. Ni es común ni razonable aquel que goza de emociones que un corazón menguante no puede comprender. Aquí si llueve es con fuerza, y el sol aprieta cuando amaina. Si osas adentrarte en esta selva, cual flora brilla con vida propia y el sonido de la fauna retumba en cada roca, en cada montaña o en la corteza de los arboles, ruda y constante indicando que ella es libre y no conoce ninguna dichosa civilización. Escucha: No se admiten sensaciones leves. El equilibrio no es un susurro abatido en el centro, sino un rugido sobre el dominio de cada extremo.