domingo, 20 de junio de 2010

La Playa


Danzaba lenta, sin prisas. Seductura, desnuda, supuse que sabía que la estaba observando... pero, aun así, continuó. Sujeta al discreto hilo gravitatorio del Sol y la Luna prosiguió. La piel se erizó y la sangre bombeó estremecida al sentir su frío tacto sobre mí. Húmeda y atrevida serpenteaba hacia mi débil figura, cuya sombra ya descansaba bajo su ombligo en la arena.Y clavó su mirada en mí como tan solo ella sabe hacerlo... como solo sabe la marea.

Retiré mi pie de la juguetona espuma, ante mi rechazo, esta descendió ofendida hacia los brazos de la orilla. Lo siento, si esperabas despertar en mí celos.

Basta. Si estaba ahí no era para entrelazar absurdos sueños derpierto, aunque no recuerdo porque mi mente optó rápida y convencida en acudir aquí. Tuvo que haber alguna razón. Todo, absolutamente todo, tiene algún sentido o significado. Los griegos lo llamaron Logos. El ordén está estrictamente comprometido con el Universo. Supongo que he llegado aquí recapacitando sobre mi vacío, aquella Luna llena que duerme en mi estómago cada noche. No comprendo: ¿Qué es lo que falla?. No logro encontrar argumento ni teoría que encaje con tal síntoma. Solo sé que siento que ya no sé nada... y el ser humano sin saber, es un cadáver que aún respira.

-Bonito atardecer este ¿verdad?. Oh, cierto... tal vez no esté atardeciendo. ¿Qué hora es? bah, déjalo, no contestes. Qué más da, tan solo son números. Una vida no está repleta de horas, días, semanas y meses ¿sabes?. ¿Puedes sentir las 3 menos cuarto? !No, claro que no¡ Nada que reciba nombre por la necesidad de ser definido o recordado forma parte de la vida. Aunque, no te confundas... muchas veces se les pone nombre inecesariamente a lo que realmente es necesario. En ocasiones, siempre hay algún estúpido crea-títulos que etiqueta, por ejemplo, al Amor como amor. Convencidos de sus conocimientos y habilidades astronómicos, políticos, literarios... Y lo que aún no han alcanzado a descubrir es que lo desconocen todo...

>>Pero, bueno, qué te voy a contar: tú estas aquí, en la playa, tendido sobre la cálida arena y gozando del dulce -aunque muchos digan salado- aroma del mar. Estás siendo consciente de la belleza que se expande partiendo de tus ojos hacia el horizonte, y sé que te gusta. Tú eres de los míos... Espera, ¿por qué me miras así? ¿A caso dudas de ello?. Bien, entiendo, aún te preguntas porque estás aquí. Supongo que buscas una respuesta, y ésta está en no hacerse preguntas tan obvias como esa. No castigues a tu cerebro por soñar despierto. Deja de razonar tus sueños y comienza a vivirlos. Porque aquello que compone a la vida tiene su lugar de origen en el instinto y en el subconsciente. El ser humano sin sentir es un cadáver que aún respira. Siempre has permanecido en esta playa. Y esta voz nunca existió, tan solo para tu cabeza... esta cabeza a la que recurres demasiado.

Marea, sí, despertaste celos en mí. La envidia acudió a mí al ver la gracia y libertad que derrochas fluyendo despreocupada, con el roce eterno del reflejo del cielo sobre ti.

viernes, 11 de junio de 2010

Antes de dormir


Antes de dormir ya no se realizan teoremas con las estrellas, aquellas que, prisioneras del cosmos, gritaban discretas un silencio obvio. En esta guarida de anarquía donde no rige la razón ni gesto indiferente. No se somete al cohibido, pues este es libre, es impulso, es improvisación. Es soberano propio y súbdito de escalofríos, pestañeos y bostezos no reprimidos. Del alboroto entrometido entre latidos descompasados, carecidos de orden, partitura y director, mas no por ello no se logra dar a luz una pegadiza sinfonía sujeta y aferrada a cada poro de la piel. Qué más dará si la escuchas o la ignoras, si agazapada tu oreja en su torso reconoces su destiempo y prisa, además de su porqué. Es desenvoltura y despreocupación sobre un vaivén de viejas injurias envueltas en un cerebro de semblante serio y retorcido, cuello erguido, cabeza alta y pecho huérfano sin alma. Pues esta es antojo, es niña, es transparencia. Es antes de dormir, tontería y locura, una razón de ser y la lógica que sirve tu tez. Ya que es justo en este momento, con párpados perezosos y tímida respiración, cuando los últimos murmullos de la noche son dedicados a cada mechón de pelo, cada palabra y recuerdo.

Nunca fue tan dulce el exilio de la cordura.

sábado, 5 de junio de 2010

La Feria



Se adentra la vista entreabierta y confusa frente el disparatado conjunto de luces que se vierten sobre el loco espacio. El tono indeciso se transforma de cálido a frío y de frío a cálido, tan irregular como su perteneciente lugar. Mas una melodía recorre disparatada, bailando juguetona y atrevida con las risas, gritos y aplausos. El gusto, el tacto y el olfato perdieron sentido, anonadados entre tanto gentío, entre el estrambótico ambiente que se cernía entre ellos.


Coronando la lisonjera de aquel paisaje lunático lucía encandilando la dulce noria. Competidora del apetitoso algodón de azúcar y cualquier caramelo de semblante apetecible y tonos llamativos. Coqueta gira siguiendo el trazo imaginario de las estrellas plasmadas tras ella y en lo alto la atenta mirada de la Luna, inmersa en la envidia y la autocompasión de su soledad. Quién osaba alojarse en ella sufría, gozaba, del delirio de que las agujas del reloj recorriesen horas que se mostraban remolonas en minutos. La velocidad subía al antojo del azar y el estómago extasiado no alcanzaba parar de reír. La luces fusionadas, emesis de colores, distorsionaban la vista... no obstante, no era molestia. Era alivio, era distracción, era órgano vital de La Feria.


Llegando al pequeño circo, vistoso en sus franjas rojas y blancas, se aguardaba dentro admirables héroes frente los inocentes ojos de niños, la atención de adultos y la añoranza de ancianos. Qué asombro desencadenaba entre el público aquellos curtidos músculos... venas y tendones empujando la piel, rojiza la frente y apretados los dientes del rudo caballero. Alzaba como breve pluma bloques de cemento y torcía como si fuesen goma barras de acero. Tras el asombro y la fascinación surgió una oscura figura, misteriosa y orgullosa, al ser descubierta por el indiscreto fulgor de los focos aparecieron de las sombras dos solemnes fieras, a cuál de las dos más temida, envueltas por el temor y la sorpresa de los presentes. Estas, sumisas y anestesiadas por la presencia de su señor, obedecían sin rugidos ni sublevación a su venerado domador. Por último, y no por ello menos importante, la llegada con movimiento sutil y ágil de los mellizos equilibristas. Pendientes del más fino hilo avanzaban uno sobre otro, como si se tratara de un liviano sendero, con gracia y la emoción de las gradas. Era la fortaleza, era la valentía, era el equilibrio... eran la sangre de La Feria.


Mas no todo en este paraje era alegría y elegancia. Se ocultaba alejada una pequeña sombría casa, divisada solo por los más curiosos, quienes eran atraídos por el morbo y la burla. En ella se exponían, como se expone una mariposa muerta con las alas clavadas sobre una tabla, aquellos seres, si así podían ser llamados, cuya suerte les había abandonado. Dejando como recuerdo deformaciones, una mueca ensombrecida por la desgracia que acarrean algunas diferencias... y lágrimas atragantadas al observar el gesto de desagrado y repugnancia de sus invitados. Era... era la enfermedad, el cáncer de La Feria.


Un corazón no es corazón sino bombea sangre en su interior, solo colmado con ella evitará ser sucio mecanismo de secos engranajes que más que latir tocen, que más que sentir razonan, que más que amar temen...