viernes, 2 de abril de 2010

El delirio del deseo

Un iris perturbado se abalanza hacia delante con el fugaz abanico del parpadeo, mas su afán se precipita en todo aquello que no tiene y no ha sentido. Por lo cual es vetado de inmensas emociones, esas que encabezan nuevas experiencias, que matan el tiempo el segundo que tu mente da un respiro y agradece vivir lo sucedido. Sí, aquellos veloces acontecimientos, cuyo sonido de ambiente desaparece e introduce en tu cabeza cual relámpago de franqueza la exquisitez que gozas precisamente en ese instante.

El deseo de pisar otro suelo que no sea este, respirar la brisa que acaricia el mar y envuelta en su peculiar fragancia, o tal vez ahogar toda perturbación en el escondrijo más alejado de este paraje. La loca devoción por la lejanía se arruga con el corto de nuestros pies y la largura de la distancia. Y con el sosegado pasado, comparado con un presente atronador y un futuro no mucho más apetecible, parte disparado el antojo de recobrarlo... de retirar el algodón que lo recubre con la ternura de una manos agrietadas y no tan tersas por el tiempo, exiliar el polvo para que brille como antaño. Pero el transcurso egoísta de los días no admite plegarias, la absoluta culminación de su empleo se basa totalmente en ello.

Mas quién no esconde en su interior el amago del amor, este inacabado, con solo el sentido de aquella absurda felicidad del embeleso de una tez ajena, en la cual respirar su esencia embriaga, espirando suspiros e inspirando muerte. Se extiende el brazo como rama seca que se balancea con el remar del viento, un único fin de alcanzar su rostro, como fuente de vida que desprende la corteza de un árbol rebosado de savia y vitalidad, pero la extremidad se contrae y retrocede siendo arrebatada de vehemencia por el miedo o el rechazo. Permanece en una simple quimera entumecida cobijada en el calor de tu pecho. Dime si no hay mayor crueldad en una censura que en esta, que rodea la garganta del alma sin hacerla perecer, pero sin dejar de agarrotarla en un profundo abatimiento.

Pero... ¿y si todo se hallara hacedero? Si la angustia que persiste en nosotros, frustrados por no ser más que limitados en lo que anhelamos, se desdibujara con lo utópico y con la llegada de lo factible, aquel sentimiento del que os hablé, capaz de rozar lo extraordinario, no sería más que vulgar y aburrido. Un continuo tedio que nos rodearía entre bostezos y latidos regulares. Nuestras vidas, el sentido de estas se tiende sobre el delirio del deseo, aún si no lo logramos, encontramos hospicio con la admiración de lo desconocido, el recuerdo y el vivaz aroma del qué más da a que huela, pues a mí me huele a vida, me huele a ti.

3 comentarios:

  1. En mi opinion es de los mejores que has excrito por el momento. El parrafo es muy bueno. Seguramente me lo vuelva a leer un par de veces mas.

    Como siempre:

    MUY BUEN TRABAJO.

    ResponderEliminar
  2. Simplemente precioso uvitaa ^.^

    Tiene destinatario este teeexto? *cejas*.. xDDD

    (LLL)

    ResponderEliminar