jueves, 26 de noviembre de 2009

Es más el odio que la tristeza contagiada

Voz que azota a tu espalda mientras habla de sus pocas ganas de vivir, no, esta vez no es tu conciencia la que te atormenta. Hoy los gritos de horror son salidos de las cuerdas vocales de una garganta cercana a ti, cuando te viras a mirar visualizas una cara que reconoces, y que refleja tristeza podrida que inmediato se une con la tuya. Pero es más el odio que la tristeza contagiada, puesto que aquella maldita garganta no sabe callarse, no sabe tragarse su sufrimiento como tú habrías hecho en su caso y no es consiente de que la tenue, casi apagada, luz de su mirada se refleja en tu cara y se siente como un puñal ardiente en el cuello. Mientras tanto el fuego sube por tu estómago hasta que llega al esófago y grita sin ser escuchado, puesto que hacer ruido nunca te ha gustado. Aunque esta vez estaría bien matar los gritos de horror de esa estúpida garganta con gritos de odio.

Tan solo pides clemencia, o al menos un descanso... Un poco de paz. Los pasados momentos de felicidad se enturbian en torno a las sonrisas y gestos desenfadados, que un día fueron protagonistas de lo que ahora deberían ser buenos recuerdos, lo serían si no fueran por las ansias locas de que vuelvan. No hay nada más triste que recordar una sonrisa cuando estas cubierta de lágrimas. Y es que sus palabras escuecen como sal en una herida. Herida que recuerdo que te hicistes tu sola... Y que ahora no hay ni una persona que no meta el dedo en ella, inconsientes de ello, ya que nadie te conoce suficiente como para acertar en la diana queriendo. Tampoco tienen la culpa de ser tan idiotas y tú tan poco tolerante.

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