lunes, 28 de diciembre de 2009

2010

2005/08
En el tonto tejido rosa que no ocultaba ninguna arruga tras él, se plasmaba una sonrisa sincera y una mirada limpia que no guardaba secretos. Saltos, por encima de pequeñas piedras resguardadas en la corta hierba, con la vitalidad de un alma que empieza a respirar el aire que acaricia las hojas de un nuevo mundo encontrado. No hay ninguna pesadilla acechando el lecho, puesto que los sueños lo acaparan y lo defienden de cualquier amago. Desnudar hasta el último escondite que depara el virginal paraje, el gran objetivo que centra la excitante aventura, sin miedo. El temor ni siquiera había posado sus ojos en el deforme ser recién salido de las profundidades acuáticas, protegidas por el dulce abrazo de la pura inocencia. Aún así, su corta melena seguía mojada por esta.

Un apartado escondrijo se divisaba en la distancia, invitaba inofensivo a adentrarse en él. Tan atractiva era la idea de revelar ese desconocido lugar que la curiosidad burló a las dudas, y los torpes pies caminaron hacia él. Hasta el rincón más apartado de este fascinaba al absurdo y simple corazón de la pequeña criatura, los latidos seguían una pegadiza melodía de confianza, el aire era pulcro y vivaz en sus pulmones, su espíritu era embriagado por la exquisita, pero nociva, infusión impulsada hacia su garganta, desbordada por la comisura de sus labios y rescatada por la impaciente lengua.


2009/10

Los sollozos salidos de la temblorosa boca rebotan en el dorso de cada montaña. Toda lágrima que escapaba por el rosado lagrimal caía hacia el vacío, misma suerte que podía correr también su dueña. Todo bajo la triste mirada de un cielo color ceniza. De cenizas se habían transformado sus adentros, lo restos de una felicidad difusa incendiada por el fuego con el que jugó sin cautela. Recuerdos, miedos y complejos se enredan en su ya larga y seca melena. Se convirtió en cristal, no por su transparencia, sino por su estúpida fragilidad, ya que la opaca cortina cubierta de falsedad y disimulo envolvía tanto como adornaba su atormentado y débil interior.

Estaba ahí, al filo de un acantilado, inmóvil... Y entre susurros alzó la voz: " Aprendí a ser feliz, mediante palabras... solo palabras, pero estas son tan ligeras que huyen con el aire y llegan a ser afiladas hasta el extremo de rasgar tus entrañas como si fueran una fina tela. Ahora, que la felicidad y el amor son solo una estúpida leyenda urbana, imploro al viento que no envie ninguna bocanada de aliento hacia a mí... Pues hace que me columpie aún más en el borde. Sé que hay posibilidades de aprender a mecerme como una hoja tumbada sobre una cama de suspiros, pero aún más de que mi cráneo choque con el duro suelo mientras grito y maldigo mil lamentos a mi suerte"

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