Algún lobo murió no muy lejos de aquí e inexplicablemente volvió a nacer en el corazón de un ser humano. Aunque el idioma que transmitía su cerebro continuaba siendo el de los lobos, había logrado poseer un alma en su pecho, pues ahora se suponía que formaba parte del clan de las personas. Aquel fenómeno supuso grandes confrontaciones internas dentro del peculiar cuerpo. Ya que, al hablar dos idiomas totalmente diferentes, nunca lograban una relación amena entre ellos. Las miradas de odio que se dedicaban ardían en las entrañas, pues ahora también tenía entrañas.
Antes la sangre era hermana del agua, totalmente natural cuando debía descuartizar con la fuerza de sus mandíbulas y garras a algún pobre animal, ahora el color y olor de esta le provocaba repudio.
Estas no fueron la únicas transformaciones que sufrió el condenado híbrido. Su piel ya no estaba cubierta de pelo y el frío helaba como nunca. Sus dientes ya no eran afilados ni su mandíbula fuerte, por lo que una sensación de fragilidad se había cobijado dentro de él, sintiéndose un ser indefenso. Sus ágiles y rápidas patas habían sido sustituidas por dos torpes piernas, huir era demasiado difícil. Y vosotros, simples humanos, no podéis llegar a comprender el alivio que produce aguardar la posibilidad de la huida.
No obstante, hubo un cambio que se le antojaba a la anterior bestia agradable. Sobrevivir en su antigua hábitat era complicado, aunque gozaba de una inmensa libertad, pero un lobo solitario nunca sabe con quién compartirla. Ahora dormía en un confortable colchón, disfrutaba del calor que desprendía una chimenea y podía compartir su libertad humana. Amaba tener un hogar.
Pero todo, absolutamente todo, conlleva inconvenientes. Y es que en el fondo continuaba siendo un animal salvaje. Un animal salvaje que aún no conocía con profundidad el clan de las personas, por lo tanto temía y desconfiaba de ellas. Al no ser como los demás, no ser totalmente puro, resultaba muy fácil ser descubierto y expulsado. Pues quién quiere a alguien que permanece en una especie de limbo, en un desequilibrio continuo entre el lobo y el humano. Para él bajar la guardia era un lujo que no debía permitirse, puesto que ser desterrado supondría una muerte dolorosa para su alma, la cual sería cruelmente devorada por el hambriento lobo. Así morir de nuevo y renacer de vuelta a la fría y húmeda tierra que lo vio nacer un día.
"Soledad era independencia, yo me la había deseado y la había conseguido al cabo de largos años. Era fría, es cierto, pero también era tranquila, maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en que se mueven las estrellas."
Lobo Estepario
Lobo Estepario